Los cientos de grabados en forma de pie que decoran Tindaya han jugado un papel clave en la controversia. Arqueólogos y activistas defienden que los grabados indican el carácter sagrado de la montaña de Tindaya para los mahos – haciendo a esta última uno de los yacimientos arqueológicos indígenas más importantes, si no el más importante, de la isla. De hecho, el descubrimiento de los grabados condujo a la declaración de la montaña como Bien de Interés Cultural, conforme a la Ley de Patrimonio. A pesar de esto, el Estado nunca ha financiado una excavación como tal, y solo ha permitido estudios arqueológicos preliminares. Es más, los grabados no están ni señalizados ni protegidos, y han sido repetidamente vandalizados.
La interpretación actual de los grabados, y de las prácticas pre-coloniales asociadas a la montaña, subraya la centralidad de Tindaya para la vida y la cosmovisión indígena. La arqueóloga Nona Perera habla de una montaña sagrada que actuaba como epicentro mágico-religioso de los mahos, tal y como evidenciaría la gran concentración de grabados en la misma (inexistente en ningún otro lugar de la isla), la riqueza del material arqueólogico y etnográfico en los alrededores de la montaña, así como el propio dominio que Tindaya ejerce en el paisaje del norte de la isla. Ciertamente, este tipo de grabados fueron utilizados por poblaciones Amazigh en el Norte de África para sacralizar ciertos espacios, y se interpretan como una manifestación colectiva asociada a prácticas rituales. En el caso de Tindaya, Perera y otros han argumentado que el hecho de que el 80% de los grabados estén orientados hacia el Oeste, y más específicamente hacia el solsticio de invierno, que tiene lugar justo antes del periodo de lluvias, podría indicar su rol en un ritual chamánico de invocación de la lluvia. La presencia de huesos y otro material orgánico en la cumbre de la montaña apoyaría tal hipótesis.1
Los mahos dependían de las lluvias estacionales para su supervivencia, y sus práctica proto-religiosas están bien documentadas en el archivo histórico. Por lo tanto, podría decirse que habían desarrollado una técnica diseñada para introducir un elemento de previsibilidad en el ciclo anual, quizá tratando así de atemperar la inseguridad asociada a depender del clima. Después de todo, los solsticios y equinoccios están vinculados a un amplio repertorio de rituales y prácticas de anticipación en diferentes periodos históricos y sociedades.2 Al contrario que otras formas de cálculo, sin embargo, este tipo de estrategias estarían caracterizadas por una continuidad encarnada entre lo social, el entorno, lo cósmico y lo espiritual, donde la capacidad de domar el futuro depende de la compresión de los ritmos y relaciones en las que se inscriben los humanos.3
1. Perera Betancort, María Antonia, Juan Antonio Belmonte, Carmen Esteban Esteban, y Antonio Tejera. ‘Tindaya: un estudio arqueoastronómico de la sociedad prehispánica de Fuerteventura’. Tabona: Revista de prehistoria y de arqueología, núm. 9 (1996): 165–96.
2. Adam, Barbara, y Chris Groves. Future Matters: Action, Knowledge, Ethics. Leiden y Boston: BRILL, 2007.
3. ibid.